Cita

"¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre..., ¡Y también lloro!"
(Bécquer)

domingo, 14 de diciembre de 2014

Cómo llenarte, soledad

«¡Juventud nunca vivida 
quién te volviera a soñar!»
(Antonio Machado)

«La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?»
(Rubén Darío)

Quizás el mundo fuese demasiado grande para caminar con unos zapatos tan pequeños. Margarita nunca lo había reflexionado antes. Había sido un día confuso, de los que crees que has llevado a cabo infinitas actividades y, sin embargo, sientes que algo te falta por vivir todavía, que desaprovechas el tiempo y que, en cierto modo, te despides con cada palabra. La noche callaba mientras las mantas entonaban una suave y cálida nana. La luz de la habitación ya se había dormido, los libros reposaban hasta el día siguiente y la ropa se había acostado sobre el escritorio.  Sin duda había lugares mejores, pero este también servía para que la camiseta y el pantalón no se arrugaran. Margarita permanecía despierta.


—Un, dos..., tres —susurraba continuamente. Su rito habitual le estaba fallando.  Solía contar hasta este número y cerrar los ojos, al acabar, para descansar y evitar el miedo. Aquella noche, en cambio, la tarea de dormir y tal vez soñar se presentaba más compleja que nunca. Su vida se había alterado y ella lo sabía, conocía que desconocía lo que le atormentaba. Era una sensación extraña, cercana a lo indescriptible, y que cada persona conoce tarde o temprano.

—Un, dos..., tres —repetía de nuevo sin conseguir su propósito. Algo le intrigaba, la noche no era la misma. Mientras daba vueltas en su cama, el resto de los mortales se entregaba al sueño. ¿Qué motivos le impiden descansar? Aquellos que no logran dormir bien siempre esconden un vacío interior, una sensación de monotonía destructora.


Margarita pensó en todo lo que había hecho antes de acostarse. Desayunó temprano, vio la tele y fue al instituto, la catedral de la cultura. Al mediodía ya había terminado su examen, lo había realizado con éxito. Todavía recordaba que Larra había nacido un 28 de marzo de 1807, según ponía en sus apuntes. Ella creía haber leído, tiempo atrás, una información distinta. No es que fuera una fiel admiradora de los prólogos, pero se interesó un poco por la vida tan peculiar que algunos autores del Romanticismo habían llevado.

Cuando finalizó la prueba, se acercó a una compañera para preguntarle qué le había parecido el «Vuelva usted mañana». La reacción de la otra chica se convirtió en un reflejo de lo que todos pensaban: eso no salía en el libro. En su manual ponía que nació en 28 de marzo de 1807 y que se suicidó. Incluso todavía recordaba la foto que acompañaba a ese párrafo. Era la imagen de un tío sentado en un sillón rojo. Sin más. Ella pensaba que las cosas cambiarían con el tiempo. Ya tendrá oportunidad de comprobar que lo único que mudará es su piel, el resto ya lo conoce.

Margarita aún está acostada. Es la primera noche que no ha podido dormir, tal vez lleguen más y habrá que aceptarlas. De momento ya ha salido el sol y ella escapa de su cama con una sensación de cansancio que le parece familiar. Se pone sus zapatos, coge el libro de la escuela y deja las poesías de Cernuda encima de su escritorio. La profesora ha dicho que les falta tiempo para darlo y que no es necesario que lo lleven porque ya lo verán más adelante. ¿Llegará el día en que lean algún libro del siglo XX? Si el hombre pudiera decir lo que ama..., no sería hombre.













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"Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír".
(George Orwell)