Cita

"¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre..., ¡Y también lloro!"
(Bécquer)

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Metafísica de la humanidad

«Era sencillamente deseo de viajar; deseo tan violento como un verdadero ataque, y tan intenso que llegaba a producirle visiones». 
Thomas Mann; La muerte en Venecia




Me dijo un anciano:


Dicen que fui actor en más escenarios que los que ofrece el teatro. Dicen que me gané un nombre, que me gané varios. No te voy a mentir: nunca me he visto deslumbrado por los focos en aquellas pequeñas elipsis interpretativas que abren las cortinas rojas frente al público. No soy (desde luego) un hombre de academia, disciplinado, que pueda pavonearse de arrasar la estela de este o de aquel. Moriría: eso no es más que atragantarse. Hay quien escribe una novela y deja su rastro para siempre en este mundo, hay quien toma un papel y da a luz las sombras que la imaginación no llega a sublimar. No hay nada más maravilloso que la ficción pero yo defiendo que puede ser algo aún más denso, la belleza arrancada de la mano de los hombres y sepultada en las nubes y los océanos de un suspiro no es solo una bocanada del paraíso de lo-más-acá, un instante que resbala por las delgadas líneas del tiempo como la fuerza de las manos de un pianista que sabe que en cualquier momento, quizá en una hora, quizá en minutos, llegará la última nota. Creo que la ficción, como la belleza, merece un lienzo mucho más grande, algo infinito, creo que merece la vida.

Ahora pregunto: si pudieses ver lo que has vivido, como si de un largometraje se tratara, ¿te quedarías hasta el final? Yo creo que no, nadie en su sano juicio lo haría. El vitalismo solo existe en la publicidad y el nihilismo solo es parte de la letra de canciones que no escucha nadie, murieron los ecos de Nietzsche con el nuevo siglo y aquello del eterno retorno tiene un regusto obsceno y delirante bajo la dulzura de la vida de aguja a la que estamos acostumbrados. Vamos punzando los tejidos a los que nos debemos de nacimiento dejando detrás un currículo como excusa. Un día nos damos cuenta de que simplemente ya no queda nada más que cruzar y no sabemos ni por dónde hemos pisado. Había que seguir, había que darlo todo, había que lograr más porque más es suficiente y suficiente necesita más para serlo. Esto es una miel porque nos hace sentir útiles, en cada momento, aunque llega un punto, al menos llegó para mí, en que sospechas que los útiles estaban hechos para ser utilizados. Todos cumplimos una función en la sociedad, eso es cierto, pero es muy distinta una implicación tácita de un estilo de vida expreso. El problema es que hemos aceptado, sin darnos cuenta, una existencia torpe y mal dibujada: fea. No hablo de voluptuosidad, de nada barroco, incluso algo minimalista tendría la intención estética de la que carecemos. No, es la capa gris de polvo que recorre nuestros mundos la que hace que me cueste respirar y quiera perder el aliento. No somos conscientes de lo que tenemos entre manos. El corazón ahora tan solo late y sería tu iris, no tu pupila, la que me dijese el color de tus ojos. La ciencia nos ha hecho mucho daño, le ha cortado las alas a la imaginación y ha creado todo un universo de valores alrededor de emancipar al hombre de todo lo mágico que, precisamente, lo hacía humano. Miento: no hay valor que valga en ese universo. Nuestra locura, la metafísica de la humanidad, es la quijotesca danza entre las sombras chinas de una cueva platónica.

Y tanto libro y universidad, estudio y titulación no nos sirve de nada ahí dentro. Nos da la grandilocuencia que necesitamos para quitarnos nuestro complejo napoleónico de la mente, nos permite mirar y mirar que miramos por encima del hombro a alguien que al final mira las mismas sombras con los mismos ojos y está encerrado en la misma roca. Sí es cierto que quizá yo no pueda crear o entender un motor, no pueda mover el mundo, pero puedo verlo en movimiento con solo ver las plumas de una paloma atravesando el cielo. Es eso lo que nos falta, pisamos tanto y a la vez tan poco... Tenemos los pies en la tierra, que nos limita, pero nunca en nosotros mismos, que somos infinitos. Algún día si me encuentro con Machado, si es que los poetas y el resto de los mortales vamos al mismo sitio, le diré que tiene una malicia muy sutil al dejarnos medias verdades porque, en ocasiones, no se hace ningún camino al andar. En ocasiones el camino se hace sentado, contemplando. 







Ojalá nos volviésemos locos y nos levantásemos mañana o anteayer dispuestos a cruzar cien carreteras en un coche viejo, sin ninguna razón, sin ningún motivo. Simplemente: porque eso es bello. No queda nada de la vida si deja de ser una aventura, si es un plan a largo plazo que acaba inconcluso o con los párpados de cortina. Si se acaba la ficción ya estás muerto, eso va más allá de las luchas por la carne y las condiciones materiales de la vida, de las guerras trasnochadas por los soles enterrados y las divagaciones en formol sobre las manos invisibles del mercado. Que nadie te engañe: no hay ética ni razón en este mundo fuera de los sueños de un enamorado. Así fue desde que nací y así será hasta que muera; el hombre es la medida de todas las cosas, de las de dentro y de las de fuera. 

Y ahora escucha: dicen que fui actor en más escenarios que los que ofrece el teatro, que me gané un nombre, que me gané varios. Dicen de mí tantas cosas... Ahora soy anciano y me siento orgulloso de todas ellas, de que mis adjetivos sean míos y de haberme convertido en mi novela, única, imperfecta para cualquier otro, perfecta para mí. Créeme si te digo esto: vivir vale la pena, vivir la vida, vivirla bella. Así que, te lo ruego: escribe en ella.


«To live is the rarest thing in the world. Most people exist, that is all».
Oscar Wilde


José Javier Pérez Ros



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"Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír".
(George Orwell)