Cita

"¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre..., ¡Y también lloro!"
(Bécquer)

sábado, 23 de noviembre de 2013

Breves relatos digresivos trasmundistas

«Hombre era, y nada más que un pobre fragmento de hombre y de yo: de mi propia ceniza y de mi propia brasa surgió ese fantasma, y, ¡en verdad!, ¡no vino a mí desde el más allá!»
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra

Vagan negras luces por mi mente. Sin permiso. Se me hace difícil así ver las sombras proyectadas desde los llantos de aquel infante. Sombras por las que tengo claro lo que amo y detesto, las ranuras de mi alma. Lo escondido sigue en lo oculto y eso es bello, está hecho para serlo ¿Por qué rasgar esta obra de arte? Pues es un arte, amigo, es el arte de lo humano, de lo inherente a nuestra especie. Como una lágrima, frágil, débil, hermoso. No hay que sentir miedo de la autocontemplación. Sacralizando nuestras heridas en la religión del autoengaño. Lo amo.


Miro hacia fuera desde los sesgos, me admiro. Porque esto es y esto es y esta piedra no se quebranta, porque es y sigue siendo. Y ni hoy ni mañana ni cuando alcancen el polvo estos ojos, mi mirada el  reflejo calcinado de una vida ¡O mis pies una tumba de madera fría y carne descompuesta!  Cambiaré mi palabra acuchillada en el mármol de mi altar. Porque me rezo cada día un "sé tú mismo" para sentirme cerca. Siento mi tiempo presente como el único y el mañana un impostor que me intenta suplantar a toda costa. Solo lo mueve la venganza, es normal cometer errores, es normal estar equivocado, es por norma, lo normal, lo formal y lo que se debe respetar. No toques los pilares de mi templo, es perfecto. Y es así. 

Por eso, negras luces, apartad de lo bello y lo sagrado, empañad a locos en vuestro destello eléctrico y dejadme guiar por mis errores tan queridos, tan amados...




Vender mi vida por el canto de una moneda. Precio no muy alto cuando es mi vía de paso a una economía hemofílica. Noches de bares y farolas hechas para ensombrecer lo que no se quiere ver al fondo de calles demasiado estrechas. El sonido de un mechero, una llama, otro cigarro. La cerveza, el vino, ríos cubiertos de ceniza. 

El juego... ¿Qué tiene de malo el juego? 

Repentinamente es noble venderse como un animal de carga. Te asfixias en nubes de polvo y óxido durante horas, mutas en una máquina subóptima a repeticiones mecánicas... Dime ¿No sientes eso lo inhumano? No sea quizá aquello , el juego, un intento, un brotar descontrolado de vida. Cada segundo libre tiene su precio ¿Estoy condenado a que mi libertad nazca de mi sacrificio? ¿Por qué es la muerte la que más me anima a vivir? ¡Será porque vivo muriendo! 

Soy un lunático. No soporto la luz del sol. Tampoco las horas más tempranas del día. Cuando veo a las hormigas caminando desde su nido, en caóticas filas, evitando miradas, en un lugar que parece que no fuese el suyo... ¿Qué hacéis? 

Vivo en la Luna, pero no para huir de aquí, sino para tener desde dónde mirar. Puedo ver cómo os movéis, cómo giráis, cómo os creéis tan quietos. Tomadme de la mano y observemos juntos el cielo. 

Soy un ideal. Subsisto en cuanto que demuestro mi talento. No me regalo, ni me doy por barato. Soy escudero, si es necesario, ropas de traje y porte alto aunque cuando llegue a casa no tenga agua, no tenga pan, no tenga nada. Me tengo a mi mismo que es ya mucho más de lo que esperar. Entonces cambia mi suerte y mi molde se llena ¿Escalar? Hay que lanzarse por lo alto.

Y ahora, porque hay un ahora, muero. Con esposas en mis manos quemando, ardiendo. Boca abajo, en la mesa, boca abajo. Soy un lunático y, por eso, a veces ni me doy cuenta, y me paso de humano.





 Hubiese ido a tu puerta mientras cielo y tierra, mirando con malicia, encharcasen mi rostro en lágrimas de barro y lluvia cobriza. Mi mano, en el marco, tú, sollozando, un brazo en tu espalda y un beso sellando tu frente. Había venido de lejos, ni tan siquiera me esperabas; me habías dado por muerto. Hubieses cogido aquel paraguas, que guardas con celo, para hacerme compañía, para pasear conmigo.

Hablamos de lo que me amabas, de lo soleada que era la tormenta conmigo... Caíamos en un charco, riendo, el frío, asustado, se callaba, nosotros mordíamos nuestros labios, ahora estábamos juntos y eso era para siempre. Nuestras caricias se disolvían en la noche y una despedida, como el viento, me llevaba de vuelta junto a los colibríes y las flores de la estación, silbando el fin del invierno.




 José Javier Pérez Ros

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"Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír".
(George Orwell)