Cita

"¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre..., ¡Y también lloro!"
(Bécquer)

sábado, 1 de marzo de 2014

Pasan

   Llevaban muchos años sin verse. Aquel rostro pálido y cansado reflejaba la angustia de la soledad, a pesar de que nunca le faltó compañía. Toda su vida anduvo de un lado para otro. Tenía conversación con cualquier persona y a cualquier hora: en eso consistía su oficio. Detestaba trabajar de asesino a sueldo, porque había firmado un contrato para agente de relaciones públicas ¿Por qué motivo cambió, entonces, de una honrada profesión a la más ruin entre las posibles? 


   Sus palabras lo explican: "Cada mañana debo eliminar a mi verdadero yo. Mi repertorio de armas más letales lo conforman mi vestimenta y las sonrisas ¡Cuánto odio esas malditas sonrisas! Pero he de admitir que actúan con eficacia. En ocasiones tengo que pasear con los clientes y mantener un diálogo. Mentiría si dijera que normalmente los escucho. La información más importante la aportan los ecos de mis pasos y el sonido del viento al chocar con las hojas de los árboles".

   Podríamos juzgar su actitud y condenarlo por soberbio o misántropo, pero "quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra". Este hombre recordaba la suave brisa de los bosques con frecuencia. Su mente no escapa del recuerdo de una historia confusa, llena de desencantos y, sobre todo, melancólica. En ella vive y en ella sueña.

   Todo empezó con un flechazo. Dos saetas hirientes, pero distintas, impactaron en dos cuerpos. Una, reluciente como el oro, penetró en su pecho e iluminó sus ojos para toda la vida. Se dice que, diez años después, su mirada continuaba incendiada y que hablaba de algo perdido para siempre. Cuando yo lo encontré por la calle, vi a una sombra inerte y desesperanzada. No obstante, sus ojos conservaban ese fulgor que solo conocen los enamorados. La otra flecha, grisácea como el paso del tiempo, golpeó en la frente de aquella chica. En ese momento, se cruzaron sus miradas durante unos minutos y, finalmente, sin saber por qué, ella se apartó y trató de huir de él hasta el resto de sus días.

   La búsqueda fue incesable, él jamás desistió. La sentía en todos los lugares. Su locura no necesitaba largos ratos de novelas de amor para alimentarse, con aquellos minutos de gloria se bastaba. Poco a poco fue aceptando que la realidad nos devora a todos y que él formaba parte de ese conjunto. La última vez que la vio con certeza fue en un bosque. Corrió y corrió tras ella, pero la volvió a perder entre los árboles. Juega a esconderse por los laberintos de su mente. 

   Todas las noches cae una lágrima en donde desapareció. La Belleza no puede ser olvidada.
Autor: José Ángel

   
   

   





















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"Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír".
(George Orwell)