Cita

"¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre..., ¡Y también lloro!"
(Bécquer)

viernes, 13 de septiembre de 2013

Hasta que vuelva a oír...

«Cogedme, cogedme.
Dejadme, dejadme,
fieras, hombres, sombras,
soles, flores, mares.
Cogedme.
Dejadme»
Miguel Hernández



Cien uñas escalando las paredes de su cabeza. La madera crujiendo risas ahogadas por los taconeos sordos de varias mujeres frente a la ventana. Varios coches gruñéndose en un baile frenético, vaivenes estridentes. Bajo la lámpara de araña una mesa circular y cristalina. Escritos, en ella, unos versos recién tachados sobre un adiós que aún no se ha realizado.

Los destellos lunares filtrándose entre las cortinas mientras acarician un rostro enrojecido por lágrimas resecas y sofocos de rabia. El reflejo en la pantalla de un televisor mal apagado burlándose de un hombre que dormita. Y su cuerpo, su cuerpo estrangulado por las sábanas, respira con mitigante dificultad. Desde unos labios que sangran, palabras sin destino mueren recién nacidas y encuentran su lugar en el eco de la noche, en los fantasmas irrisorios, en los grotescos cuadros navideños de hombres con figuras acartonadas, geométricas, con una mirada infantil y una sonrisa grotesca. 




Alguien lo besa y no es su hijo. Alguien le acaricia la cara y no es su esposa. Alguien le da la mano; es él mismo. En su armario no esqueletos sino cenizas, herramientas, linternas y las cartas del banco. No en su pecho un alma sino una foto, una familia, cristales rotos, sangre, lágrimas y odio.  

Llega la mañana y ya es el sol el que lo visita, no pudo despedirse de la luna aunque nunca, por azar o por grosería, la invitó ni lo avisó de su partida. Saca una grasienta magdalena y llena un tazón de leche baratera. Éste soy yo y éste es el mundo. Escuchando los sonidos de éste, los automóviles que continúan sus bailes y sus danzas, el sonido de la gente al pasar sin pasión frente a la ventana, el noticiario absurdo con sus noticias, absurdas también. Lejos de inspirarle el flujo de la vida que no cesa este paisaje monótono el cuadro constante y continuo de vida y más vida crea un retrato muerto en el que se ve a sí mismo como una hormiga mal ubicada. 

Motas de polvo en un auto viejo del aparcamiento a tres manzanas. Rojo, como si de una hemorragia se tratase se lleva en pagos el doble de lo que él a la boca. Le confía la única llave que verdaderamente le pertenece y se abraza a la única otra vida que él siente en la suya. Se suceden farolas que aún no se han apagado, paseantes ancianos y no tanto en grandes alardes de rutina concienzuda, restos del jolgorio del pernocta, edificios, niebla... Y el destino.

Su mono de trabajo, azul, como el cielo que se esconde de sus ojos, un casco para evitar que las ideas salgan de su cabeza, gafas casi opacas por su espesura y unos guantes a los que les faltan las cadenas.

Y de vuelta hordas de pájaros reclinándose para mirarlo desde las mismas farolas, muertos preparándose para trepanar sus males en bañeras de alcohol y vivos preparándose para engendrarlos en las mismas, vidrio en el suelo y marcas de derrape.

Ya en casa descuelga la línea para recordar que aún no tiene alguna. Se quita la ropa y cae exhausto en su ataúd no sin antes poner un clavo más entre los versos de la mesa circular. Se abraza a sus recuerdos, a las sábanas, a la foto, a la luna y a su reflejo hasta que vuelve a oír...

1 comentario:

"Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír".
(George Orwell)